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Navegando secuelas extrañas

Publicado: 2011-05-24

Jack Sparrow sin sus amigos Will y Elizabeth. El Capitán Barbossa ahora convertido en corsario. El Perla Negra encerrado en una botella, con mono incluido. Penélope Cruz lejos de Barcelona y 'disfrazada' de pirata. Rob Marhsall haciendo aventuras, fantasía, acción. ¿Qué ha pasado? Todo tan raro, tan extraño. Piratas del Caribe: Navegando Aguas Extrañas es una de las experiencias más raras e inorgánicas que he tenido en el cine este año, y es justamente porque de entrada se nota la desesperación de los productores por hacer que una secuela innecesaria funcione. Gore Verbinski en el 2007 anunció que la trilogía estaba completa, y que el círculo de la historia que se había abierto con La Maldición del Perla Negra ya se había completado, y era así. ¿Qué más se podía sacar de una saga que ya parecía haber exprimido todo su jugo?

Es cierto que la presencia sola de Johnny Depp complace, con un papel que ya ha sido reconocido muchas veces como una de las mejores encarnaciones de la historia del cine. Y no es exagerado plantearlo así: Depp es Jack Sparrow, manierismos, tono de voz, gestos, actitudes, alma misma. Sin embargo lanzar a un personaje tan rico, tan bien configurado, al vacío representa una pérdida de tiempo. Sobretodo no hacerlo evolucionar; es hasta criminal. La película comienza con eso: un Jack Sparrow haciendo más de sus peripecias, rescatando a su anterior ayudante de morir en la horca, escapando, volviendo a ser atrapado, huyendo otra vez, y así sucesivamente. Parece un capítulo mediocre de una serie que ABC Family hubiera iniciado sobre Jack Sparrow. Es en este 'nonsense' que parece no terminar que nos empezamos a preocupar de que en la entrada del cine se anuncie que la película dura dos horas y media. Oh no.

Antes de continuar y entrar al centro del contenido de la película, que sí hay, pero comienza mucho después, quisiera hablar un poco de la saga en sí (rápidamente, no se preocupen). La primera fue una reivindicación del género de aventuras y piratas, una especie de homenaje, además de un hito en lo que a películas basadas en atracciones temáticas se refería, ya que, recordemos, era la primera vez que eso sucedía. Experimentos parecidos se intentaron, con La Casa Embrujada, por ejemplo, pero sin éxito. ¿Por qué funcionó la primera parte? Por centrarse en el descubrimiento de este personaje tan particular como es Sparrow, además del misterio y hasta suspenso en torno a la maldición del Perla Negra, lo suficientemente desenredado para ser entendible, y lo suficientemente torcido como para intrigar. Una fábula para niños, que podía entretener a jóvenes y adultos por igual.

¿Cuál fue el problema con las dos secuelas entonces? La segunda parte se preocupó demasiado por el efectismo, por las peleas, los efectos, y dejó a sus personajes de lado, o los superficializó y, en el caso de Will y Elizabeth, los tornó excesivamente cursis. Sin embargo, los últimos 20 minutos de película, ese cliffhanger arrollador que te estremece y prácticamente obliga a ver la tercera parte está entre las mejores escenas que haya fabricado la saga. La tercera, por otro lado, ya se pierde en demasiado existencialismo, llega al onirismo, surrealismo, para terminar, de nuevo, en el efectismo exagerado de la segunda parte. (Aunque creo que, si bien en resultado es la peor, la tercera parte es la que en papel pudo haber tenido las mejores ideas).

Con este preámbulo, ¿en dónde está la cuarta parte? Es tan vacía la película, que pareciera que en ninguna parte. Esta secuela intenta emular los altos de la primera parte de la franquicia, al punto de querer serlo. ¿Cómo? Navegando Aguas Misteriosas pretende, inconscientemente (tal vez) ser la primera y única película de la saga, borrando todo lo creado anteriormente. No importa que Jack Sparrow, el Perla Negra o Barbossa estén allí, el reseteo psicológico y narrativo se siente desde la primera escena. La esencia de lo que hacía Piratas del Caribe no está. Y en su ausencia queda la intención de hacer un filme de entretenimiento mediano.

De eso se trata el problema central de la película, justamente. A pesar de que la segunda parte, y más aún la tercera, fallaron por querer hacer demasiado, esta película peca en algo incluso peor: no intentar hacer mucho. Y la primera regla de las secuelas es intentar hacer más que la anterior. La aventura se achica, los riesgos son menores, las trampas y conflictos menos, no hay enredos, los obstáculos son contados con la mano y fácilmente superables, los personajes cada vez más planos. En ese 'capítulo mediocre de serie de televisión' que mencioné al comienzo, a pesar de todo, se encuentran los mejores momentos de la película, en un pero-entonces que divierte, en unos primeros 20 minutos que generan algo de expectativa y muestran justamente las mejores mejores dotes de Rob Marshall, la de coreografiar momentos, peleas, persecuciones. Ah, y más aún, la presencia de Judi Dench, aunque sea tan efímera como de 10 segundos, es suficiente para iluminar tan alicaídos momentos. Entretienen, pero no emocionan; pero entretienen al menos. Lo peor viene después.

Cuando la película pierde esa agilidad inicial, cuando se aboca a presentar nuevos personajes y la cruzada central de esta secuela, es donde se pierde el interés ya por completo. Y es que esta obsesión por la Fuente de la Juventud Eterna promete tanto, posibilita tantas aristas alternas por las que surcar, plantea tantas posibles necesidades de alcanzarla, que la película, al sólo centrarse en una, la más tonta, de salvarle la vida a alguien por una profecía que, por cierto, también se plantea como simplona, desencanta instantáneamente. Encima conseguirla parece súper fácil: sólo debes cazar una sirena, hacerla llorar y navegar por semanas hasta llegar a la isla indicada. No hay una carrera contra el tiempo bien planteada, base sobre la que la aventura y fantasía se cimentan. Meh.

Para colmo, los nuevos personajes son todos monótonos: el romance del religioso Philip y la sirena Syrena (ja!) se queda en lo cursi (haciéndonos extrañar a Will y Elizabeth) y ni intenta a abrazar la dicotomía religión-leyenda; Angelica (Penélope Cruz) quiere ser misteriosa e ininteligible para el público en cuanto a sus intenciones, para quedar en incomprensible, sí, pero en el peor de los sentidos, ya que nunca sabemos qué quiere ser; finalmente Barba Negra debe ser el mejor ingreso en un ya pintoresco reparto, pero se le da muy poco espacio para desarrollarse, y el final de la película (que no contaré, para evitar spoilers) termina de arruinarlo todo (a futuro, tal vez).

En resumen, Piratas del Caribe es una experiencia extraña. Muchas de las cosas que odiábamos de las dos primeras secuelas no están aquí, pero sus reemplazos hacen que las extrañemos. Mientras por otro lado, la ausencia total de pretensión hace que nos sentemos bien al fondo del asiento, esperando un climax que nunca llega.


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encinta

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