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El Vía Crucis de Iñárritu

Publicado: 2011-06-15

La diferencia entre esta y las demás películas de Iñárritu está en una sola palabra, o en todo caso en un solo apellido: Arriaga. Juntos trabajaron en regalarnos tres películas –y mucho más historias– que han sido bien bautizadas como “la trilogía del dolor”. Si bien es cierto, Babel es muchísimo menor que sus anteriores dos obras, 21 gramos (cine con sensibilidad extrema) y Amorres perros (una de las mejores cintas latinoamericanas de la historia), no deja de ser una historia compleja, dura, humana, con sus defectos políticos y pretensiones, pero al fin y al cabo contundente. Biutiful no deja de serlo tampoco, pero pierde aquella fuerza, aquella credibilidad, aquello que lograba ser sentimiento para no caer en sentimentalismo, toda aquella capacidad narrativa que sin duda aportaba, o más bien dicho, fundamentaba Guillermo Arriaga.

Pero primero lo primero. Bardem. Aunque la mejor interpretación de su carrera siga siendo la de ese asesino de peinado horroroso en No Country for Old Men, o la de Ramón Sampedro en Mar adentro, aquí también vale la pena verlo. Se entrega todo, en alma y cuerpo, su sola presencia es monumental, su rostro, golpeado por el pasado, respira dureza, sordidez, tristeza, pero a la vez respira la ternura de un padre hacia sus hijos y la nostalgia de un hombre que añora los buenos tiempos con su ex esposa. Pero no sólo Bardem está bien, sino que además su personaje. Me gusta, me convence el tratamiento de la doble de moral de Uxbal que busca ayudar al prójimo desvalido por medio de negocios ilegales, mientras que no puede con su propia familia. En ese sentido, Biutiful es la historia de un hombre que busca redimirse constantemente, ya sea para con la sociedad o para con su entorno más cercano, amén de cargar con ese don de clarividencia, dimensión que matiza al personaje, que lo ancla a la muerte de alguna manera. Dentro de sus muchos errores e intentos de aciertos, Uxbal sigue su propio calvario, su manera de redención. La historia, pues, es un vía crusis de un hombre que se sacrifica por otros. No solo por sus hijos, sino también por el peso, la culpa que hace suya de todas las personas que murieron cercanas a él.

El retrato de Barcelona vale la pena ser rescatado. Mientras que la Barcelona de Woody Allen es sensual, bella y luminosa, la de Iñárritu es más bien oscura, gris, marginal, deliberadamente fea. La fotografía potencia el cuadro de esa ciudad que también discrimina, ignora y violenta. Los chinos, los senegaleses, el mismo Uxbal representan todo aquello que se sale de lo formal, todo lo que atenta ante el orden, con su propio orden, y que ante el abandono, busca sobrevivir. Pero justamente en ese intento que si bien es realista, se resaltan los defectos de la película.

Iñárritu pecó de rozar la sensiblería en escenas de Babel. Ahora con Biutiful repite lo mismo. Algunas partes de la historia conmueven, otras no. A veces vemos a sus hijos, a los chinos, a los senegaleses y nos creemos su realidad, nos afecta su posición jerárquicamente inferior; pero otras veces no. Siento que Iñárritu se hubiese quedado estancado, me da la sensación de que la única manera en que pueda presentar bien otros personajes secundarios es desarrollando de forma más profunda sus respectivas vidas, desencadenando así y otra vez la fórmula de vidas cruzadas. Pareciera que no pudiese hacer una historia igual de buena y e irrebatible sin ese mecanismo narrativo. Por eso la historia se alarga, llega por momentos al tedio.

A diferencia de sus trabajos anteriores, donde las historias se iban entrelazando y, poco a poco, íbamos armando el rompecabezas de realidades terribles, dolorosas y a la vez muy bellas, esta vez sentimos que el relato de Uxbal, aunque internamente perturbador, se nos presenta menos complejo de lo que debería ser. Es decir, sabemos que lo es, pero adivinamos y advertimos su final en el tercio de la película. Por eso, ya poco nos sorprende, ya poco nos conmueve. Ya sabemos cómo acabará y la historia se nos estira. Creo que con la pluma de Arriaga, esa anticipación del desenlace hubiese sido cubierta por una fuerza mucho mayor, por una narrativa aún más tensa y sensible (más no sensiblera) y no nos hubiese fastidiado saber que Uxbal al final iría a morir. Bardem y su personaje muy bien trabajado no logran suplir ese vacío dramático y esa debilidad narrativa. Sí conmueve su rostro, sí conmueve su vida, pero no conmueve como debería hacerlo, ya sea porque a veces sentimos que la voluntad del discurso es muy explícita, o porque sencillamente ya predijimos la consumación de su vida. Creo que Arriaga hubiese hecho de Biutiful una crónica de una muerte anunciada, en donde a pesar de ser conscientes del final del protagonista, la historia igual nos habría llevado, casi sin poder respirar, a no despegar el ojo ni cerrar el corazón.

Quizá apueste mucho por el ex colaborador de Iñárritu, pero siento que esta vez el director ha padecido sin su ayuda. Siento que el vía crusis no es sólo de Uxbal sino también de su creador, Gonzáles Iñárritu, quien por arriesgarse a escribir sin Arriaga, paga el sacrificio de una película que pudo ser mejor.


Escrito por

encinta

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