Precuela y secuela
Siempre (bueno, casi) me he declarado en contra de las precuelas, las secuelas, los spin-offs, los remakes, los reboots, los revivals de series de TV, adaptaciones de bestsellers, de clásicos de cualquier plataforma, de musicales, de obras de teatro. Tal vez suene un poco drástico, pero creo en la originalidad en el cine, tengo convicción de que hay historias (o tal vez formas) que no han sido contadas aún, por lo que recurrir gratuitamente a éxitos pasados o materiales pre-elaborados me parece deleznable. Salvo, claro está, que la nueva versión planteada afirme y niegue a la vez el material previo: se trata de tomar premisas, ideas, historias y personajes, pero desde una óptica diferente, fresca, nueva, del director. Si no, no sirve.
Es curioso que nuestra cartelera esté tan anoréxica en las últimas semanas, y sean justo una secuela y una precuela/reboot/spinoff las mejores propuestas en pantalla grande a ver en este momento.
Hablemos primero de X-Men: Primera Generación, más que nada por ser la primera en estrenarse y, probablemente, la que ya se vaya a ir este miércoles. Había una gran expectativa en torno a la re-escritura de la historia de los mutantes, y esto venía desde dos ángulos distintos: por un lado, la necesidad de hacer que la franquicia respirara, luego de los bodrios que fueron la tercera parte y el filme centrado en el personaje de Wolverine (que devino también en una bajona de utilidades); pero por el otro, y un motivo tal vez más fuerte, para mí, al menos, el de la figura de Matthew Vaughn como cabeza del proyecto. Un director que la ha sufrido como pocos, teniendo que financiar con su propio dinero proyectos que estudios no querían aceptar, Vaughn se ha ganado el respeto tanto de crítica como de público, sobretodo luego de la que, hasta ahora, es la mejor película de su filmgrafía: aquel ensayo adolescente del comic en una joyita de referencias kubrick-tarantinescas que fue Kick Ass. Una mente tan asidua de cine, tan visionaria (aún recuerdo la secuencia estroboscópica), pero a la vez tan personal, ¿qué haría con los mutantes que tan bien había perfilado Bryan Singer?
¿En dónde está X-Men First Class? Posiblemente dentro de las dos mejores de la saga, puesto que comparte con la segunda de X-Men. ¿Y en el ranking personal de Vaughn como director? Por mucho que me gusta la película, a pesar de haber ido dos veces al cine a verla, porque quería revisarla, quería descubrir detalles ocultos, frases que a veces se escapan en un primer visionado, debo decir que esperaba un poquito más de Vaughn, un pelito, un cachito, una nada. Ese desorden hacia el final, aquellos personajes que se desperfilan y avanzan demasiado rápido, apresurados, incoherentes, confusos (Mystique creo que es el caso que más me molestó, su incoherencia y constantes giros en el último tramo), son los pequeños puntos bajos de la película que, felizmente, pasan desapercibidos por la prolijidad de la primera hora y media, así como por aquella magnífica escena de la confrontación final entre Magneto y Sebastian Shaw. Pero los errores allí están.
Para nuestro beneplácito, como ya mencioné antes, Vaughn es un obseso con la imagen, la creación de atmósferas, de tensiones, con una dirección artística que privilegia una elección conciensuda de los escenarios, una dirección artística al detalle mínimo, la puesta en escena que no es aleatoria, sino que demarca jerarquías, anhelos, miedos, encrucijadas, tanto para los personajes en un nivel más intradiegético, como para los espectadores viendo el filme. Me encanta que el lado más político de los mutantes sea el que aflore aquí, esta especie de filme noir, una película más de guerra, policial, que de aventuras super-heroísticas. Es en esta línea que lo mejor del filme es línea argumentativa de Erik Lehnsherr, del surgir de Magneto, de este antihéroe que busca venganza, que sigue las pistas de aquel tirano que abusó de él y mató a su madre, muy cercano a las mejores películas bélico-germanas. Esto tiene sentido al haber sido concebido el proyecto inicialmente como una película exclusivamente de Magneto. Aparte del lado político pesado de la Guerra Fría que dimensiona dilemas morales y éticos en los mutantes, hay un ámbito social igual de rico: el de aceptarse uno mismo, el del bullying tan presente hoy en día, algunos críticos incluso acercando este discurso al homosexual; los mutantes como los gays del mundo contemporáneo. Vaughn, si bien brilla en esas lecciones de cine que hace al ponerse referencial, también crea magia al juntar a los adolescentes y plantear sus complejos, hacerlos verse de cerca, divertirse, vivir.
Menciono aparte al extraordinario Sebastian Shaw, uno de los mejores villanos que haya visto en películas de superhéroes, esa extrema ideologización que tiene consigo, esa ambigüedad en cuanto a convicciones y metas finales, amparado todo en una extraordinaria performance de Kevin Bacon. Ojo que los premios a mejores performances en esta película se los llevan Michael Fassbender, y Jennifer Lawrence un poco detrás. Gran reparto, en general.
La secuela del Panda es otro derroche de originalidad, tanto como lo fuera la primera parte en el 2008. Y es que Dreamworks lograría con aquella película por fin safarse del estanco creativo (como monetario) que empezaban a representar sus franquicias de Shrek y Madagascar. Si bien Kung Fu Panda estaba dentro de los confines de lo que una película 'de Dreamworks' representaba (desde que Shrek fuera tamaño éxito en el 2001), el del humor negro, adulto, de las referencias culturales, pop, kitsch, Kung Fu Panda lograba perfilar un protagonista sólido, de personalidad con diferentes capas, de variadas lecturas, con conflictos tanto externos, de obstáculos, como internos, de búsqueda de identidad, de deseos de romper con una cotidianidad que lo oprime, y un sueño que parece estar fuera del alcance de sus manos; cosa que ni Madagascar ni la tercera de Shrek habían conseguido, al olvidarse de sus personajes.
Si la primera película de Kung Fu Panda nos mostró a un personaje en busca de su destino, de un anhelo a futuro que conquistar, esta vez Po debe mirar hacia el pasado, hacia la constitución de su ser, a entender sus orígenes y la mitología envuelta en ellos. Es de esta manera que ejemplifico lo que llamaba 'hacer y no hacer lo mismo' en el post de The Hangover II: si bien aquí hay personajes y lugares comunes (esto último pudiendo refutarse, al irse al corazón de China y no un pueblito alejado), una estructura bastante parecida, de chispas inesperadas de humor incluso en sus momentos más dramáticos, este intento de ahondar en el pasado de Po hace que reconsideremos al personaje y tengamos una lectura nueva del mismo, lo cual hace sentir el ángulo diferencial, y que ya no sintamos que vemos más de lo mismo. Me gusta, además, que esta re-lectura del personaje fluya de manera natural, puesto que pareciese que se desprendiese orgánicamente de la primera parte, como si hubiera sido pensado como una sola historia compuesta, aunque ahora sabemos que no existían planes de hacer una segunda parte al lanzar la original. La idea de poner un ganzo de su padre fue para resaltar el sentimiento 'fuera de lugar' que le querían dar al protagonista. Ahora le dan sentido, y funciona.
A notar el hecho de que, a pesar de este intento de vuelco en la historia y lectura de los personajes, hay una debilidad en lo que se refiere a estructura narrativa, una suerte de atasco en la historia, en el que todo queda quieto y parece que ya supiéramos todo; nada nuevo por descubrir. Compensando una flaqueza narrativa, aparece un trazo firme de Jennifer Yuh en la dirección, mientras se siente la presencia de dos grandes visionarios como Guillermo del Toro y Roger Deakins como consultores en lo que a dirección artística y fotografía digital se refiere, respectivamente. Esta debe ser una de las películas animadas por CG más bellas que haya visto en mi vida, en cuestión de composición de encuadres, de tonos, colores, saturaciones, una luz que varía, que va desde las más altas claves en el día, hasta la clave más siniestra y baja en los momentos cúlmenes de la historia, todo mezclado con una animación 3D deliciosa, así como secuencias animadas como ánimes o mangas, de trazo grueso y crudo. Me fascina, además, la habilidad de coreografización y puesta en escena de la historia, con peleas bien pensadas, que logran mezclar tanto locaciones (y sus cambios), como personajes, denotación de relaciones entre ellos y un humor tanto verbal como físico. Interesante ver que Yuh sabe que hacer buenas peleas no implica, como los blockbusters tienen erróneamente concebido, planos cerrados de edición rápida, sino que si una pelea está bien estructurada podrá verse en planos abiertos, conjuntos, hasta generales, y tener el mismo efecto.
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Termino con dos de las mejores escenas que nos ha traído este 2011 (hasta el momento) justo en estas dos películas. La primera, de X-Men: First Class, la del combate entre Sebastian Shaw y Magneto, uno que no sólo representa un climax templado e incómodo, con un simple travelling que hace que la muerte del villano sea aún más dolorosa que con exceso de cortes, además de marcar el inicio, sin ser explícito, del quiebre y rivalidad entre Magneto y el Profesor X. La segunda, la del encuentro de la 'paz interior' de Po, esa danza con el rocío andando por sobre su cuerpo, la representación de la toma de consciencia total de uno mismo, de su pasado, todo mezclado con imágenes dolorosas del momento preciso en el que sucede la escisión con su mundo.