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El Vengador es de esas películas de las que no me da ganas de escribir. Sales de la sala de cine y mientras aguardas en la cola para ir al baño, esperas el ascensor que te lleve al estacionamiento, buscas tu carro y pierdes el ticket del parking en la guantera del auto, ya te olvidaste de ella. ¿De qué se trataba? ¿Cómo empezó? ¿Cómo terminaba? ¿Importa?
Existen diversos tipos de películas malas. Aquellas que pretenden ser más de lo que son, en las que notas ideas que colisionan sin sentido u orden, las que te molesta que hayan querido hacer demasiado, o en las que entiendes más o menos a lo que apunta la realización sin asirlas completamente, ya sea por entretenimiento puro y su consecuente éxito taquillero, o a algo más elevado, inclinado al 'arte', quedándose a medio camino en la mayoría de los casos. Estas películas se prestan para amplios reviews, explicaciones de porqué la industria del entretenimiento nos empieza a de-cerebrar, discusiones de si el entretenimiento calza como buen cine también, o si las películas deberían convertirse en ensayos filosóficos, muchas veces olvidando estructuras narrativas. Pero hay un último tipo de película mala, las que pasan desapercibidas, las que no hacen buena taquilla si quiera, aquellas hechas por estudios en esos huecos que quedan entre producir una secuela y un indie film, con el saldo que quedó de las utilidades de Harry Potters o Crepúsculos, en las que ni el director, ni el productor, ni el guionista, ni el editor, ni los actores saben lo que hacen ni porqué lo hacen.
El Vengador, ¿qué es? Una historia de vampiros, claro está. Pero, ¿qué quiere en el fondo? ¿Quiere hacer dinero? Tal vez no, porque hubieran invertido más en secuencias de acción, en la espectacularidad de los combates, cuando estos en verdad son contados con los dedos. ¿Se trata de algo más serio, tal vez? ¿De una reflexión de una sociedad post-apocalíptica, de una crítica al autoritarismo, a la alienación posmoderna, a la Iglesia como institución? Presiento que había harta carnecita en la novela gráfica original, en la que está basada, pero ésta ha quedado fuera, dejándola accesible para un público desfamiliarizado con el material original, pero con suficientes elementos para atraer a la gente que es fanática del comic. Como tuiteé al respecto a la hora de salir del cine de verla, esta película se siente como una mezcla de Day Breakers, Legion, Torque y Ninja Asesino. Claro que filtrando todo lo (poco) bueno y dejando lo malo de cada una de ellas.
Las historias de vampiros han invadido la pantalla gigante casi desde que los Lumiere inventaran el cinematógrafo. La primera 'película' que mostraba a vampiros como eje central de la 'historia' (recordemos que a inicios del cine no existía nada estructural, sino que todo era mucho más vago y experimental) fue realizada en 1896 por George Méliès, incluso antes de la publicación de Drácula. Aunque popularmente, la primera película de vampiros sea Nosferatu, de 1922, película alemana muda de F.W. Murnau, una adaptación libre de la novela de Bram Stoker, a la cual le cambiaron el nombre por falta de derechos de autor. Desde entonces los vampiros han estado intermitentemente en el cine, con películas aquí y allá, irregulares algunas, obras maestras pocas, y olvidables casi todas. La última gran película de vampiros ha sido, al menos a mi criterio, Let the Right One In, un filme que se aprovechaba del boom actual de vampiros, pero lo hacía mirando simultáneamente hacia atrás, a un clasicismo del sub-género, así como hacia adelante, con una cinta reflexiva, íntima, poética.
Ojo con el boom reciente de los vamprios. No hay lugar al que podamos ir, plataforma audiovisual a la que recurrir, sin que se nos crucen. Hay que echarle la culpa a Crepúsculo. Y así, en esta breve reseña histórica que surgió porque simplemente no tenía nada que decir de la película, al menos no mucho, llegamos a hoy, junio 2011, Priest en cartelera. La historia de este grupo de sacerdotes que han pasado al olvido luego de librar al mundo de la invasión de los vampiros, ahora dejándolo bajo la opresión de los sacerdotes y la Iglesia Católica, suena tan compleja en papel, un Dark Knight de vampiros por líneas políticas y la complejidad que pudo haber tenido, pero se queda en nada.
La primera película que se me vino a la mente al verla fue Day Breakers, como ya mencioné, estrenada el año pasado en Lima, una interesante mirada a un futuro post-apocalíptico con vampiros involucrados, tal como esta. La diferencia era el ángulo desde el cual el director trataba la historia: la raza humana estaba a punto de extinguirse, pocos humanos quedaban para alimentar a toda una población de chupa-sangres. En Priest se adopta una forma más sencilla, más ligera, más plana: la de los vampiros intentando reconquistar el mundo de los humanos, ¿cómo?, con una raza de vampiro superior. El guión abunda en huecos narrativos, la historia se siente pesada, de poco avance, de personajes impostados, de situación tras situación, sin resultar orgánica su unión. Ni qué decir de las actuaciones: Paul Bettany parece estar en su primer protagónico, y Cam Gigandet no sabe ni dónde está parado. Claro que tiene más que ver con una mala dirección, con un Scott Charles Stewart más preocupado en hacer que el 3D se vea bien (y bueno, sí, se ve bien en tres dimensiones).
Pero lo peor de la película es que fue concebida como una historia de tres actos, no hacia adentro, sino hacia afuera: con ese final y el transcurrir del filme puedes sentir que quieren hacer una trilogía, ya que la historia 'queda inconclusa'. Hace poco leí en un artículo de The New York Times (espero no estar equivocándome de fuente, no tengo el enlace a la mano) que decía que lo peor que puede hacerse al concebir una película, una franquicia nueva, es pensar en secuelas. Y es que... ¿qué pasa si tu película cuesta 60 millones de dólares y recauda apenas poco más de 20?