Festival de Lima 2011: El 'coliseo' de Alejandro Rossi
La película se presenta, en competencia en:-Centro Cultural de la PUCP - Sala Azul, Martes 9, 7:45 p.m.
-Cineplanet Alcázar - Sala 5, miércoles 10, 9:45 p.m.
-Centro Cultural de la PUCP - Sala Roja, jueves 11, 2:15 p.m.
Entrevista: McZorro
Fotos: Rockcine
Nos espera en la esquina de su casa. Pregunta por mí, "¿quién es McZorro?" Me sorprendo por la inquietud, por conocer mi seudónimo tuitero, a pesar de haberlo contactado con mi nombre real, por mail. "Es muy fácil perderse por estas calles, por eso quise esperarlos en la avenida", se excusa. Le agradecemos. Desde ese momento notamos que Alejandro Rossi tiene una actitud casi paternal, afable, optimista, tal vez desprendida de sus labores como Profesor de la Universidad de Lima hasta hace algunos años. "Enseñé dirección de arte por 9 años, hasta el 2007". En los últimos años se ha dedicado a buscar financiamiento para terminar su película, así como conseguir los recursos para su distribución. Coliseo, se llama, y se trata de su ópera prima, aunque no su primera incursión en el cine.
Coliseo es una de las tres películas presentadas en Competencia Oficial Ficción este año en el Festival de Lima, en la selección peruana. Coliseo es una historia de superación, de reivindicación de la identidad, todo enmarcado en el contexto de una competencia de huaylarsh, una historia bastante clásica, confiesa, con el romance adolescente de eje central, los villanos, los obstáculos que se cruzan aquí y allá, la victoria como meta final. Me sorprende lo claro que tiene las cosas: él sabe que su película no es un filme de festival, de complejo manejo de la narrativa, de interpretaciones semióticas intrincadas, sino una obra de cara al público, y ese es su único afán. No le molesta decirlo.
Comenté que no era su primera incursión al cine, ya que hizo un documental en el 2004 de título Lima, ¡Was!, justamente centrado en las competencia de huaylarsh de recientes migrados a Lima. Pensé que la película se desprendía de la experiencia de hacer ese documental, pero estaba equivocado: era al revés. "Lima, ¡Was! es parte de Coliseo, de su proceso de investigación". Esas y otras cosas curiosas descubrí en una entrevista que más que cuestionario parecía una conversación, un parloteo que empezó sin si quiera darme cuenta, sin preguntas si quiera formuladas a veces, y se extendió por casi una hora y media.
Eso sí, en mi investigación de la película no había visto ningún trailer online. "No siento que esté listo, no se trata de un afán de misterio, sino que no me satisface aún" me comentó al anotar mi duda. "Otro motivo por el que no lo he mostrado es porque ahora lo que toca es el festival, es otro público, es diferente". Logré, felizmente convencerlo de publicar una versión preliminar del trailer que será presentado en los cines pronto, una versión de prueba para ver cómo respondía la gente.
"Los protagónicos son todos jóvenes nuevos. Incluso nuestro casting no fue entre actores. Fue largo el proceso, porque hicimos un casting desde Carabayllo hasta Villa del Salvador. En las noches, en las canchitas del fútbol, en las calles, hay montones de grupos de danza, y nosotros fuimos a los de huaylash" comienza a contar apenas terminamos de ver el trailer. "De allí sacamos las caras más vivas, los ojitos que decían más, ibas con una camarita y empezabas a hacer las pruebas, los poníamos a bailar. Cuando te acercabas con la cámara, unos se chupaban: este no. Más bien ibas con la cámara y se paraban: este sí, le gusta la cámara. Vimos como 120 grupos de baile, de allí escogimos como 300 chicos". A partir de esa primera fase, los sometió a un taller de actuación con Rebeca Ráez, del cual quedaron los finalistas elegidos. La mayoría jamás antes había actuado. "Para los cuatro papeles de adultos, los principales, sí se escogieron actores con más experiencia, conocidos: Aristóteles Picho, Delfina Paredes, Jorge Rodriguez Paz y Augusto Casafranca, el último actor tal vez menos conocido, de teatro, de Yuyachkani".
Pero, ¿por qué Coliseo? "Es el nombre propio del lugar en el que se hacen las competencias, es el lugar en el que los provincianos se refugiaban entre los 40s y 80s. La gente se sentaba, los fines de semana, y veía un show, como escondidos, recordando la tierra dejada atrás". Las cosas han cambiado desde entonces. Estos espectáculos siguen realizándose, en coliseos, en carpas, pero la dinámica es más inclusiva. "Los 'coliseos' dejan de ser necesarios: la migración ha hecho que tomen toda la ciudad en las últimas décadas. La gente ya no sólo se sienta a ver el show. Ahora la gente mira el show, baila, toma, busca a la chica, la conquista y va al hotel. Claro, los abuelos eran más puristas, sólo ver el baile, ahora todos quieren bailar y tomar. El abuelo es más tradicional, no se adapta a las circunstancias modernas y por eso no puede pagar la hipoteca pues". Se ríe. Tal vez al pensar en los arranques de purismo confesos que le dan de vez en cuando.
No he tenido la oportunidad de ver Lima, ¡Was!, lamentablemente.
Lima, ¡Was! la han dado 8 veces en Canal 7. La pasan por Fiestas Patrias siempre. No nos han dado ni un centavo. Así es pues, así es nuestro mercado.
¿Cómo es la concepción de Coliseo? ¿Nace de Lima, ¡Was!?
No. Lima, ¡Was! es parte del proceso de investigación, Coliseo tiene muchos más años. Estas ideas estaban vagas, hasta que un día en el año 83 me fui al Hatun Huasi, que era un espacio enorme de bailes folclóricos por Ceres. En marzo había este concurso de huaylarsh, donde aparecían estos grupos de Huancayo zapateando fuerte; yo estaba delante del tabladillo, y me conmovió tanto que dije: ‘esto es’. Ahora, ¿cómo hacemos para mostrar esto? Porque nadie va a ver los documentales, me consta. Tenemos este concurso, para qué y qué, y uno va armando, va creando el guión a partir de eso. El guión ha tenido muchas etapas, y en la tercera o cuarta edición del guión me di cuenta que, aunque yo conocía mucho de estos concursos, estaba escamoteando los ensayos. Porque no conocía bien esta parte. Es como que yo he ido cien veces al estadio a ver los partidos, pero no he visto nunca un ensayo del club. Entonces nos fuimos con una camarita a filmar un registro. Una noche, un registro. Luego, a la noche siguiente regresamos. Total, fue una digresión de dos años. Porque grabamos dos meses, y luego nos demoramos en editar, re-editar varias versiones: dos años duró ese proceso. Terminé en el 2003, la estrenamos en el 2004, en la Católica, el festival. Así salió Lima, ¡Was!. Pero era parte del proceso de investigación de una nueva versión del guión. Lo que empezó como algo de una noche se convirtió en dos años, porque cobró vida propia el documental. No es como mucha gente cree que hicimos el documental, y ahora the movie. No. Era the movie siempre. Pero si no lo hubiera hecho, otra hubiera sido la película. Esa es la relación entre Lima, ¡Was! y Coliseo. Es el mismo universo, pero aquí tenemos la historia de amor, el chico, la chica, el malo. Lo necesario para contar la historia.
Desde el 2006, tengo entendido, están recabando fondos para la película. ¿En qué momento comienza el proceso de grabación de la película?
El rodaje fue entre abril y mayo del 2008. Ese fue el rodaje principal, o como llaman los norteamericanos ‘main shooting’. Y luego hicimos un re-shooting, año y medio después.
¿Por qué?
Nos dimos cuenta que habían cosas que corregir. Estábamos sin plata, pero hicimos un focus group, con Arellano Marketing, encargados de los estudios para Megaplaza. Él es un fan de la película, por ejemplo. Como con otras empresas, fuimos inútilmente pidiendo apoyo y fondos, y él nos dice ‘esto no entra en mi presupuesto, pero lo que puedo hacer darles algo de lo que yo hago: focus group’. Tres focus group fueron los que hicimos, nos salieron buenos resultados. Estábamos bien deprimidos luego de lo agotado de las grabaciones, pero el resultado del focus group nos animó. Sentimos que funcionaba.
¿Qué salió en esos resultados?
Había una conexión con el público, el público se sentía identificado, había emociones. Claro, que también sacamos del focus group que la percepción del cine peruano de parte de la gente no era muy positiva. Ellos venían cargados de prejuicios, pero la película les cambió el paradigma. Ese es el objetivo de la película, cambiar el paradigma desde nuestra imagen. Una cosa tan tonta, ustedes no me lo van a creer, pero a ver si miento, ustedes que son cinéfilos: ¿hay alguna película peruana en la que un joven le diga a una señorita ‘te quiero’? No que le meta la mano y la tire al piso, sino que en serio le diga eso, la escena clásica del ‘I love you’. Decimos ‘el cine es nuestra imagen’. Bueno, nuestra imagen es una mierda, y nosotros no somos así. Nosotros no estamos inventando nada, porque así somos. Yo veo que la gente se saca la mugre, tiene un deseo de excelencia, de progreso, de felicidad, de construcción. Y eso lo demostramos, pero de una forma divertida, sin querer hacer speeches, con un concurso de huaylash. Aunque para mi más importante que el concurso de huaylash es el esfuerzo: esas escenas en el parque, sudando, ensayando. Eso es lo que yo quisiera que el público recuerde.
¿Qué cosas negativas salieron de ese focus group que, supongo, fueron las que llevaron al reshoot?
Primero, ciertos elementos de la anécdota no se entendían, algunas cosas de la relación entre los dos protagonistas no aparecían hasta el 40% avanzada la película, era un poco tarde para darse cuenta. Adelantamos esa información, del minuto 40 al minuto 12, allí todo corría mejor. Y luego, el final. No les gustaba, sentían que se acababa muy de golpe. Ustedes no saben qué pasa al final todavía, no saben si se gana o pierde el concurso, pero en la película se acababa el concurso y allí terminaba la película. El público se quedaba un poco corto, como en las telenovelas que, de pronto, en el último capítulo se resuelve todo. Y tenían razón: faltaba un momento de respiro, un epílogo, de asentamiento y eso hicimos. Ambas cosas las grabamos en el reshoot. Al final del análisis antes de volver a grabar, teníamos para corregir como 20 cosas. Pero teníamos que ser realistas, al ser costoso en términos de producción, locaciones nuevas, 80 personas en escena en algunos casos, por lo que se optó por corregir 4 cosas. Teníamos ciertos planos o escenas con algunos defectos técnicos, que preferimos dejar para resolver problemas narrativos. Lo importante es que se entienda la historia, porque sino la gente se desconcierta.
Hablas de un cine peruano que no nos retrata tal cual somos, emprendedores, felices. ¿Cómo ves al cine peruano entonces?
Yo pienso que cada persona hace su punto de vista, como tiene que ser, auténticamente, cada uno hace lo que ve. Yo lo que veo es esto, otras personas ven otras cosas. Y siento que esto que veo, muchas experiencias, quisiera compartirlas, un feeling, una percepción, una mirada. Eso es el cine. Compartirlo con la ciudadanía, no con el espectador, porque ese es un término de negocios. Este es un acto de comunicación con la ciudadanía, el cine es secundario, el cine es un medio.
Se plantea una división en el ‘cine peruano’, entre un ‘cine comercial’ y un ‘cine hecho para festivales’. ¿Crees que sucede esto en los últimos años? Coliseo estaría más dirigida hacia el público.
(Piensa un rato). Yo tengo una apuesta, he apostado por un cine de cara al público. Y me gustaría que, si responde el público, se hagan más películas así, que vayan por este lado. Podríamos tener un público, y no se trata de crearlo, sino de recuperarlo. El cine peruano ha tenido un público grande. Gregorio o La Fuga del Chacal, películas muy distintas, superan el millón de espectadores. ¿Por qué? Estas películas formaron parte de la cultura popular. Cualquier taxista te hablaba de la última de Pancho Lombardi o Tamayo, como su autor. Yo veo al cine como las películas y el público. No hay más.
¿Y por qué cree que la gente ya no ve su cine en nuestro país? Con excepciones, como las películas animadas…
Que tienen éxito relativo, para lo que podría ser. Yo creo que podría haber un muy buen público. Pero es que depende de las películas que hagan las personas, hacerlas de cara al público. Yo siempre he sentido al cine como un arte de masas; lo otro es algo que me gusta, y aprendo, y como cualquiera puedo ver a Tarkovski. Pero eso es otra cosa, eso es algo íntimo. Pero no tiene ninguna influencia en la sociedad. El cine me interesa como una persona interesada en tener una relación con su sociedad. Eso es el cine mundial, un arte de masas, y como en todas las artes hay otras dimensiones para gente más conocedora y consciente de las formas, más que los mensajes o contenidos. Están indudablemente relacionados, eso sí. Pero lo principal para mi es el valor político de la película. Político en el sentido más amplio, en el sentido de querer cambiar las cosas. ¿Qué cosas? Acá (se señala el corazón). Eso es lo más importante, y de lo que necesitamos a gritos.
¿Cree que en los últimos años el ‘cine peruano’ se ha olvidado de su público entonces?
No, porque hay películas que han trabajado fuerte sobre todos los problemas sociales. Pero nuestra, y cuando digo ‘nuestra’ hablo de Rosamaría Alvarez-Gil, mi esposa y productora, con quien conformo Cineruna, nuestra percepción, nuestra idea es ser parte de los cambios que vemos. Nuestra vocación es jugar con nuestras fuerzas como sociedad: nuestra cultura, poderosa, nuestra identidad múltiple y rica. Esa es la fuerza en la que debemos apoyarnos a futuro. Como dicen, para ir a algún sitio, tienes que sabe de dónde sales, de dónde vienes. Anécdota: desde el año 83, yo voy mucho a todos los espectáculos de folclore, de arte popular, y un día me fui a uno de estos festivales de huaylarsh antiguos, de huaylarsh campesino. Es bien bravo. El público que va a estos festivales es de muy reciente migración. Me fui al estadio de Huachipa, una noche, llego y veo que estaba en el estrado un conjunto bailando huaylarsh antiguo frente a una manchaza, habían tres mil personas. Y me da una indignación terrible porque veo un montón de lucecitas que se movían de lado a lado entre el público. Me da un ataque de purista, digo ‘¿Qué es esto? ¿Cómo es posible? Ni que fuera una discoteca, un rave, estos jóvenes’. Me acerco más y me di cuenta que no eran lucecitas de rave, sino que todos los muchachos estaban con su celular grabando. Y me pareció una cosa magnífica, cómo los mismos chicos estaban en total contacto con un afecto social, cultural, con el huarlarsh antiguo, cosa seria, y encima grabando… ¡yo no sé ni grabar con mi celular! Y al día siguiente ya estaba en Youtube. Esto es, no hay contradicción entre la modernidad más absoluta, ese deseo de superación, y la consciencia de la identidad.
¿Serán justamente estas nuevas tecnologías las que acerquen al cine a la gente?
Una cosa es filmar o grabar, pero para llegar al público hay que tener los medios. ¿Quién maneja los medios? Los canales, los periódicos. La poca libertad que hay en Youtube, eso no va a durar mucho. Pronto va a ser manejado por alguna transnacional. Se trata de una cuestión política, no es una cuestión técnica. Es una cuestión de quién tiene poder para usar esos medios para representar cambios y otra percepción de la sociedad, otro punto de vista. ¿Para qué es la película? Para que te toque, para que cambies, para que no pase por tu cerebro. Porque nuestro cerebro, nuestra inteligencia, creo yo, es una máquina para no cambiar, para impedir cualquier cambio. Debe tocarte acá, en el corazón, como los clásicos de la tragedia griega, es la emoción. Coliseo es una película bien sencilla justo por eso. Justo alguien me dijo: ‘No te ofendas, pero parece West Side Story, parece High School Musical’. ¿Por qué me voy a ofender? De esos productos industriales, maravillosos, hecho por gente que sabe, profesionales. Me encanta porque son cosas que la gente ve.
Ha sido un larguísimo proceso.
Como todos. No conozco a nadie al que le sea fácil, a todos nos cuesta. Lo que quisiera es que Coliseo de una vez llegue al público. Por eso estamos en el proceso de establecer relaciones con distintas empresas para conseguir el apoyo para la distribución, las copias y la campaña. Sentimos que esta película podría funcionar, podríamos llegar al público, llenar gente en la primera semana. Pero para llegar a esa primera semana necesitamos publicidad. En setiembre hay un concurso de Distribución de Conacine, ¿por qué no? Estamos también tratando con empresas privadas, para que asocien la imagen del filme a la de la empresa. No necesariamente que den plata, pero que hagan publicidad diciendo ‘empresa tal presenta’. Así llega a la gente. ¿La verían ustedes?
Yo ya compré mi entrada, para el festival
No pues, pero ese es público especializado. Yo hablo de los patas del barrio, amigos, un público más ‘normal’. Eso es lo importante, porque nosotros somos una cosa rara, estamos metidos en esto. Lo importante es que la gente la vea, que vayan los muchachos con su enamorada, las familias. Porque que lo vean 20 mil cinéfilos, ¿de qué me va a ayudar? Hay películas que son buenas pero no son para el público general, implican un mayor esfuerzo de interpretación. Cómo debe ser, claro, pero es otra cosa. Obviamente sus responsables tienen eso bien en claro, su público es otro, de gente más conocedora.
Como en los últimos años sucede en el panorama del ‘cine nacional’, tal vez.
No hay tal cosa como ‘cine nacional’. Son esfuerzos independientes. Qué bueno sería que hubiera un cine nacional, pero con 4 o 5 películas al año no hay nada. No hay industria, entonces no hay cine nacional.
¿Y la movida de las regiones?
Eso me parece bacán. Yo me identifico mucho con respecto a las regiones, porque ellos quieren tener público, quieren hablarle. Nilo Inga me ayudó mucho en Huancayo, por ejemplo. Es el mismo espíritu, sólo que mi región es acá. Se trata de vernos las caras, en nuestras maneras, con nuestros problemas. Lima es un mercado regional, sólo que es grande, el 80% del mercado cinematográfico del país.
¿A las nuevas generaciones de cineastas cómo las ves? Hay mucha ópera prima en los últimos años. Bueno… También únicas.
(Se ríe). Eso tiene una doble lectura. Que se apoya a la juventud o que los jurados suelen apoyar cosas nuevas. Pero sistemáticamente Conacine ha apostado siempre por rostros nuevos. A pesar de que por alguna extraña razón la gente decía otras cosas.
Justo eso, existen críticas contra Conacine que dicen que existen varas, o se repiten ganadores.
El mínimo análisis de los ganadores de Conacine de los últimos años te hace decir, bueno, si hay algo de continuidad es la ópera prima, de gente nueva, de gente joven. Esa es la verdad más extraordinaria. Yo he sido jurado, en el 2005, y me consta que Conacine no hacía lo que se le da la gana, no hay ningún tipo de influencias. La mayor parte de la gente que habla de esa manera, me parece, es gente que nunca ha presentado proyectos. Por ejemplo, yo no he ganado Distribución y mi reacción es: a ver, ¿dónde está mi error? He hecho mal mi plan, he hecho un feo poster, ¿dónde me he equivocado? ¿Dónde mejoro? Esa es la actitud que uno tiene que tener. Hay un problema de que los fondos han sido pequeños, eso sí. Y nunca va a ganar todo el mundo pues: cuando nosotros ganamos, éramos 45 proyectos, ganábamos dos. De los 43 que pierden, gran parte es gente sensata, pero habrán 3 o 4 que dirán ‘como no he ganado yo, de seguro hay una vara’. Claro, el día que ganen, pasan a ser parte de la ‘argolla’. No es así. Eso sí, es un montón de trabajo presentar los proyectos, porque no se trata sólo de un guión, esa es la parte divertida. Es como la película, la parte divertida es dirigir. La parte brava es la producción. El 1% de su vida, el director de cine escribe, dirige, crea; el otro 99% se dedica a buscar plata para hacerlo. En ese sentido, creo que los directores jóvenes son mucho más inteligentes y pragmáticos que los anteriores, porque tienen esto claro desde el comienzo. Ya no son tan románticos o hippies como nosotros, que recién con el cuarto hijo pensábamos ‘ah bueno, la plata’.
Eso es por parte de los realizadores, ¿cómo crees que ha cambiado el público?
(Piensa un rato). Ayer estaba viendo My Fair Lady de George Cukor, por ejemplo. ¿Cómo cambia el público? Antes las películas eran para adultos. Y de pronto el marketing descubrió que también se tenía que hacer películas para niños, para jóvenes, para adolescentes. Se cayó el cine. El público ha bajado bastante en edades. No hay una preocupación tanto por el ‘drama’ ahora, sino por la emoción. El otro día vi Transformers 3 en el cine, nunca vi la primera ni la segunda. Bueno, vi 20 minutos y bacán, me fui de la sala porque ya luego era todo lo mismo. Básicamente es eso, una kinesia, la kinética, del ruido, la imagen, un espectáculo de emociones y sensaciones, donde el drama y el talento actoral, el talento dramático, no importa tanto. No digo que esté bien o mal, porque el cine es muchas cosas. El cine es una técnica nada más, y con eso ya haces lo que quieres.
¿Y en nuestro país, marcado por una pluriculturalidad dentro de la misma capital como fuera, cómo afecta al mercado, al público?
Mira, el Hombre Araña está en Nueva York y no importa, igual gusta a todo el mundo. Hay una ‘cultura general’ y lo ve todo el mundo, tanto en jirón de la Unión como en el Alcazar. Claro, hay opiniones nada más, nadie sabe nada real sobre cómo funciona nuestro público con distintas películas, qué quieren las distintas clases sociales, por edades, no hay. Quizás los distribuidores tendrán algo así, pero lo guardarán bajo siete llaves. Pero no creo tampoco. Porque lo que hacen es sólo estrenar los éxitos de afuera, y allá afuera ¿cuánto presupuesto hay? Hacen campañas comunes y corrientes, no son muy creativos tampoco los distribuidores. Coliseo va a ser interesante en ese sentido, es un experimento: una apuesta a que a la gente le va a gustar esto. La otra opción es que digan: ‘uy no, vamos a ver Capitán América mejor’. Y la mandan al diablo, también podría pasar.
¿Cuáles son tus expectativas con la película? ¿Qué quieres lograr con ella?
Llegar al público, a la ciudadanía. Primero vamos a pasar por las cadenas comerciales, los multicines, después la televisión, exhibiciones locales, nos pasearemos, queremos llegar. Y si hay taquilla, mejor, en buena hora. ¿Qué esperar? No hay antecedentes. Lo que planteamos es un experimento. Algunos me dirán ‘estás loco, la verán las 50 mil personas que son el estándar de toda película peruana’. Me dirán, ‘la gente no va a querer verse, somos aspiracionales’. Vamos a ver pues. Yo creo que esta película va a ayudar a la gente a ‘salir del closet’. Estamos escondidos, hay sentimientos escondidos, calladitos, vergonzosos de peruanidad. Y no hablo de la peruanidad del Estadio, ¡viva el Perú!, sino de identidad. Esta es una película para ayudar a la gente a decir: ‘oye, somos muchos’. Salgamos, reconozcámonos, aceptémonos como somos: peruanos y pluriculturales. La realidad nos va a decir al final si es que funciona o no.
¿Ya tienes proyectos a futuro?
Muchos. Pero todo depende de cómo le vaya a Coliseo, ya que con lo que ingrese podríamos financiar la siguiente película sin tener que esperar 50 años a ganar un concurso. Ese es el plan. Mi siguiente película será un poco cara, porque es de época, pero que en el fondo es lo mismo. Rosa María, mi esposa, también tiene sus proyectos. Tal vez ahora la apoyo en la producción y ella dirige, porque ella cargó con todo el peso de Coliseo. Napoleón tenía un dicho, que repetía siempre, de Federico el Grande a quien él admiraba mucho: ‘los estrategas de salón y cafetín hablan de estrategia y táctica; los verdaderos profesionales hablamos de logística’. Nosotros hablamos de producción, allí se hace la película. Los que no saben hablan de dirección, de guión, esas cosas, pero en la producción en verdad se gesta la película. Es como en música. Recuerdo a Susana Baca cuando hacía sus discos aquí, era una cosa. Hizo su disco americano, producido en EEUU, sólo el cambio de productora, parte técnica, y fue otra cosa: el disco del Grammy.
¿Estarás con todo el equipo en el Festival de Lima?
Iremos con algunos de los actores, pero no quiero quemarlos mucho, sobretodo porque en el festival tendrán presencias más importantes, Geraldine Chaplin y todos los directores internacionales, esos que sólo puede ver en esta oportunidad. Ya tendremos nuestra conferencia de prensa en la que podremos hacer roche. Veremos en familia la película en el festival.